terça-feira, 26 de julho de 2011

PAUTAS INFORMATIVAS Y EDUCATIVA PARA FAMILIARES DE PACIENTES QUE HAN SUFRIDO UN ACCIDENTE CEREBRO VASCULAR (ACV)

Los Familiares de pacientes que han sufrido un ACV nos han solicitado pautas informativas y educativas  que les sean útiles para la comprensión y cuidado del paciente.
 A continuación detallamos algunos de los ítems a tener en cuenta:
  • Es importante que se interiorice con su médico que es un ACV;  el conocimiento de  la patología, disminuirá su ansiedad y le asegurará que los cuidados que le  brinde a su familiar  sean los adecuados.
  • Es importante que inicie un programa de rehabilitación integral (fisico, psicológico y social), este tipo de programa son los mas eficientes al momento de ayudar a una persona para que logre la mayor autonomía posible.
  • Recuerde que la familia es el eje central de la rehabilitación del paciente, usted  es el sustento más importante en el largo proceso de rehabilitación. Usted y su familia son  los únicos que le pueden demostrar al paciente que es querido, necesitado y que todavía importante para ustedes.
  • Las secuelas que los pacientes manifiestan luego de haber sufrido un ACV dependen del lado del cerebro que se haya producido la lesión; pero hay dificultades que pueden ocurrir como consecuencia del ACV  en cualquiera de los lados del cerebro (memoria, incontinencia urinaria, juzgamiento social, perdida del control emocional, perdida sensorial.
  • Tenga presente que si su familiar  sufrió una lesión  en el hemisferio derecho del cerebro, la parte izquierda del cuerpo será  la afectada. Si la lesión es en el hemisferio izquierdo, la parte derecha del cuerpo es la se verá afectada por el ACV.
  • Si su familiar  presenta deficiencia en la memoria, puede ayudarlo:
-          Manteniendo una rutina diaria
-          Darle mensajes cortos para que logre una mejor retención
-          Cuando le brinde nueva información debe   presentársela paso a paso.
  • Es importante que tenga presente que normalmente en un ACV  cortical, que afecta solo un hemisferio suele dejar al paciente sin  la capacidad de controlar el insten tino y la vejiga. La incontinencia urinaria afecta psicológicamente al paciente, por lo que su  apoyo y  comprensión son necesarias.
  • La perdida sensorial  es otro de los problemas que nos podemos encontrar en las personas que han tenido un ACV,  pueden manifestar disminución en la visión; disminución en el tacto; presión y posición; y dolor en el lado afectado del cuerpo.
  • Caminar, es generalmente el mayor objetivo del paciente que ha sufrido un ACV. Escuche a su kinesiólogo es quien le va ha  determinar cuando un paciente ha adquirido la suficiente fortaleza, control muscular y equilibrio para empezar a caminar.
  • Si observase dolor,  calor o enrojecimiento en alguna zona de la pierna comunicarlo lo antes posible a su médico.
  • Frente al problema del lenguaje, es importante minimizar la frustración.  El familiar y el paciente deberán aprender nuevas formas de comunicación, la fonaudiólaga del equipo es quien lo asesorará.
Tenga presente que mientras mas informado esté se lograran mejores resultados en la recuperación del paciente.

segunda-feira, 25 de julho de 2011

CAMPAÑA INTERNACIONAL STOP DSM

                                  “Por un abordaje subjetivante del sufrimiento psíquico en niños y adolescentes No al DSM”


El  forumadd (Buenos Aires, Argentina) y Espai Freud (Barcelona, España) promueven la Campaña Internacional STOP DSM contra los etiquetamientos y la lógica clasificatoria del DSM -que lleva a la medicalización del padecimiento- y a favor de la escucha, la lectura y el abordaje subjetivante del sufrimiento psíquico.
Invitamos a profesionales e instituciones a sumarse a esta iniciativa, a discutir el tema y a aportar sus propios manifiestos.
Compartimos a continuación los dos primeros manifiestos incluídos em http://stopdsm.blogspot.com, a donde pueden ingresar para adherirse a la Campaña.


Los abajo firmantes, profesionales e instituciones, consideramos necesario tomar posición respecto a un aspecto clave de la defensa del derecho a la salud, en particular en el campo de la salud mental: la patologización y medicalización de la sociedad, en especial de los niños y adolescentes.

Sostenemos que la construcción de la subjetividad necesariamente refiere al contexto social e histórico en que se inscribe y que es un derecho de los niños, los adolescentes y sus familias ser escuchados y atendidos en la situación de padecimiento o sufrimiento psíquico.
Tal como planteamos ya en el Consenso de Expertos del Área de la Salud sobre el llamado “Trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad” (2005): “hay una multiplicidad de 'diagnósticos' psicopatológicos y de terapéuticas que simplifican las determinaciones de los trastornos infantiles y regresan a una concepción reduccionista de las problemáticas psicopatológicas y de su tratamiento”. Son enunciados descriptivos que se terminan transformando en enunciados identificatorios.
En ese sentido, un manual como el DSM ( Manual Diagnóstico y Estadístico de los Desórdenes Mentales de la American Psychiatric Association en sus diferentes versiones) , que no toma en cuenta la historia, ni los factores desencadenantes, ni lo que subyace a un comportamiento, obtura las posibilidades de pensar y de interrogarse sobre lo que le ocurre a un ser humano.
Esto atenta contra el derecho a la salud, porque cuando se confunden signos con patologías se dificulta la realización del tratamiento adecuado para cada paciente.
A la vez, con el argumento de una supuesta posición a-teórica, el DSM responde a la teoría de que lo observable y cuantificable pueden dar cuenta del funcionamiento humano, desconociendo la profundidad y complejidad del mismo, así como las circunstancias histórico-sociales en las que pueden suscitarse ciertas conductas.
Más grave aún, tiene la pretensión de hegemonizar prácticas que son funcionales a intereses que poco tienen que ver con los derechos de los niños y sus familias.
En esta línea, alertamos tanto sobre el contenido como sobre el impacto, que en el campo de la salud mental, tienen el DSM IV TR o el DSM V (en preparación). Presentados inicialmente como manuales estadísticos a los fines de una epidemiología tradicional, en las últimas décadas han ocupado el lugar de la definición, rotulación y principal referencia diagnóstica de procesos de padecimiento mental.
Con el formato de clasificaciones y recetas con título de urgencia, eficiencia y pragmatismo se soslayan las determinaciones intra e intersubjetivas del sufrimiento psíquico.
Consideramos que es fundamental diagnosticar, a partir de un análisis detallado de lo que el sujeto dice, de sus producciones y de su historia. Desde esta perspectiva el diagnóstico es algo muy diferente a poner un rótulo; es un proceso que se va construyendo a lo largo del tiempo y que puede tener variaciones (porque todos vamos sufriendo transformaciones).
En relación a los niños y a los adolescentes, esto cobra una relevancia fundamental. Es central tener en cuenta las vicisitudes de la constitución subjetiva y el tránsito complejo que supone siempre la infancia y la adolescencia así como la incidencia del contexto. Existen así estructuraciones y re-estructuraciones sucesivas que van determinando un recorrido en el que se suceden cambios, progresiones y retrocesos. Las adquisiciones se van dando en un tiempo que no es estrictamente cronológico. Es por esto que los diagnósticos dados como rótulos pueden ser claramente nocivos para el desarrollo psíquico de un niño, en tanto lo deja siendo un “trastorno” de por vida.
De este modo, se borra la historia de un niño o de un adolescente y se niega el futuro como diferencia.
El sufrimiento infantil suele ser desestimado por los adultos y muchas veces se ubica la patología allí donde hay funcionamientos que molestan o angustian, dejando de lado lo que el niño siente. Es frecuente así que se ubiquen como patológicas conductas que corresponden a momentos en el desarrollo infantil, mientras se resta trascendencia a otras que implican un fuerte malestar para el niño mismo.
A la vez, suponer que diagnosticar es nominar nos lleva a un camino muy poco riguroso, porque desconoce la variabilidad de las determinaciones de lo nominado.
Asimismo, las clasificaciones tienden a agrupar problemas muy diferentes sólo porque su presentación es similar.
El DSM parte de la idea de que una agrupación de síntomas y signos observables, que podemos describir, tiene de por sí entidad de enfermedad, una supuesta base “neurobiológica” que la explica y genes que, sin demasiadas pruebas veraces, la estarían causando.
El manual intenta sostener como “datos objetivos” lo que no son más que enumeraciones de conductas sin sostén teórico ni validación clínica. Es paradójico, porque una reunión de datos pasa a ser supuestamente el modelo que se pretende utilizar para dar cuenta de la patología psíquica, negando con esto toda exploración más profunda y obviando la incidencia del observador en la calificación de esas conductas.
Así, el movimiento de un niño puede ser considerado normal o patológico según quién sea el observador, tanto como el retraso en el lenguaje puede ser ubicado como “trastorno” específico o como síntoma de dificultades vinculares según quién esté “evaluando” a ese niño.
Esto se ha ido complicando a lo largo de los años. No es casual que el DSM II cite 180 categorías diagnósticas; el DSM IIIR, 292 y el DSM IV más de 350. Por lo que se sabe hasta el momento, el DSM V, ya en preparación, planteará, gracias al empleo de un paradigma llamado “dimensional” muchos más “trastornos” y también nuevos “espectros”, de modo tal que todos podamos encontrarnos representados en uno de ellos.
Consideramos que este modo de clasificar no es ingenuo, que responde a intereses ideológicos y económicos y que su perspectiva no hace otra cosa que ocultar la ideología que subyace a este tipo de pensamiento, que es la concepción de un ser humano máquina, robotizado, con una subjetividad “aplanada”, al servicio de una sociedad que privilegia la “eficiencia”.
Esto también se expresa a través de los tratamientos que suelen recomendarse en función de ese modo de diagnosticar: medicación y tratamiento conductual, desconociendo nuevamente la incidencia del contexto y el modo complejo de inscribir, procesar y elaborar que tiene el ser humano.
En relación a la medicación, lo que está predominando es la medicalización de niños y adolescentes, en que se suele silenciar con una pastilla, conflictivas que muchas veces los exceden y que tienden a acallar pedidos de auxilio que no son escuchados como tales. Práctica que es muy diferente a la de medicar criteriosamente, “cuando no hay más remedio” en que se apunta a atenuar la incidencia desorganizante de ciertos síntomas mientras se promueve una estrategia de subjetivación que apunte a destrabar y potenciar, y no sólo suprimir. Un medicamento debe ser un recurso dentro de un abordaje interdisciplinario que tenga en cuenta las dimensiones epocales, institucionales familiares y singulares.
Entonces, en lugar de rotular, consideramos que debemos pensar qué es lo que se pone en juego en cada uno de los síntomas que los niños y adolescentes presentan, teniendo en cuenta la singularidad de cada consulta y ubicando ese padecer en el contexto familiar, educacional y social en el que ese niño está inmerso.
Por consiguiente, los profesionales e instituciones abajo firmantes consideramos que:
Los malestares psíquicos son un resultado complejo de múltiples factores, entre los cuales las condiciones socio-culturales, la historia de cada sujeto, las vicisitudes de cada familia y los avatares del momento actual se combinan con factores constitucionales dando lugar a un resultado particular.
Toda consulta por un sujeto que sufre debe ser tomada en su singularidad.
Niños y adolescentes son sujetos en crecimiento, en proceso de cambio, de transformación. Están armando su historia en un momento particular, con progresiones y regresiones. Por consiguiente, ningún niño y ningún adolescente puede ser “etiquetado” como alguien que va a padecer una patología de por vida.
La idea de niñez y de adolescencia varía en los diferentes tiempos y espacios sociales. Y la producción de subjetividad es distinta en cada momento y en cada contexto.
Un etiquetamiento temprano, enmascarado de “diagnóstico”, produce efectos que pueden condicionar el desarrollo de un niño, en tanto el niño se ve a sí mismo con la imagen que los otros le devuelven de sí, construye la representación de sí mismo a partir del espejo que los otros le ofertan. Y a su vez los padres y maestros lo mirarán con la imagen que los profesionales le den del niño. Por consiguiente un diagnóstico temprano puede orientar el camino de la cura de un sujeto o transformarse en invalidante. Esto implica una enorme responsabilidad para aquél que recibe la consulta por un niño.
Todos los niños y adolescentes merecen ser atendidos en su sufrimiento psíquico y que los adultos paliemos sus padecimientos. Para ello, todos, tan sólo por su condición ciudadana, deberían tener acceso a diferentes tratamientos, según sus necesidades, así como a la escucha de un adulto que pueda ayudarlo a encontrar caminos creativos frente a su padecer y a redes de adultos que puedan sostenerlo en los momentos difíciles.
Buenos Aires, 2 de junio de 2011

domingo, 24 de julho de 2011

MUITO ALÉM DO NOSSO EU



nova neurociência que une cérebro e máquinas e como ela pode mudar nossas vidas

Miguel Nicolelis

Imagine um mundo onde as pessoas usam computador, dirigem seus carros e se comunicam entre si através do pensamento. Um mundo em que os paraplégicos podem voltar a andar e em que os males de Parkinson e Alzheimer são controlados. Parece cenário de ficção científica, mas tudo isso pode se tornar realidade. A humanidade está prestes a cruzar mais uma fronteira do conhecimento em direção à compreensão do imenso poder do cérebro, um conhecimento que poderá ser aplicado com grande proveito nas áreas de saúde e tecnologia.
Em Muito além do nosso eu, o premiado e internacionalmente reconhecido neurocientista brasileiro Miguel Nicolelis revela suas ideias revolucionárias sobre essa nova tecnologia. Ele nos explica como o cérebro cria o pensamento e a noção que o ser humano tem de si mesmo (o seu self) - e como isso pode ser incrementado com o auxílio de máquinas. Este é o primeiro livro, destinado a um público leigo, a descrever com pormenores os enormes passos que a ciência vem dando para a criação das interfaces cérebro-máquina.
Nicolelis mostra como a tecnologia será capaz de transformar a sociedade humana e moldar uma nova “indústria do cérebro”, um empreendimento global com potencial de geração de trilhões de dólares. Essas interfaces, também chamadas ICMs, poderão um dia devolver a mobilidade a pacientes com paralisia grave, graças ao uso de “exoesqueletos” membranosos, que serão vestidos como uma roupa. As descobertas de Nicolelis e sua equipe oferecem também um caminho para a cura de distúrbios neurológicos como a doença de Parkinson e o mal de Alzheimer, sem contar as fascinantes perspectivas de comunicação tátil a longa distância e de exploração do fundo do mar e do espaço.
Muito além do nosso eu fala de um futuro tecnológico em que as visões catastrofistas dão lugar ao otimismo e à esperança. Essa é uma das maiores aventuras da ciência contemporânea, e Nicolelis nos proporciona uma compreensão profunda e iluminadora desse admirável mundo novo.

“É um verdadeiro prazer ler Muito além do nosso eu. O professor Miguel Nicolelis conseguiu fornecer uma visão provocativa, profunda e fluente acerca de como essa incrível máquina chamada cérebro processa e reage às informações que recebe do mundo.” - Thomas J. Carew, professor da Univerdade da Califórnia e presidente da Sociedade de Neurociência

“Neste livro maravilhosamente vívido e fascinante, Miguel Nicolelis nos proporciona uma nova visão do cérebro humano.” - Peter Agre, vencedor do prêmio Nobel de química em 2003


“Neste livro, eu proponho que, assim como o universo que tanto nos fascina, o cérebro humano também é um escultor relativístico; um habilidoso artesão que delicadamente funde espaço e tempo neuronais num continuum em> orgânico capaz de criar tudo que somos capazes de ver e sentir como realidade, incluindo nosso próprio senso de ser e existir. Nos capítulos que se seguem, eu defendo a tese de que, nas próximas décadas, ao combinar essa visão relativística do cérebro com nossa crescente capacidade tecnológica de ouvir e decodificar sinfonias neuronais cada vez mais complexas, a neurociência acabará expandindo a limites quase inimagináveis a capacidade humana, que passará a se expressar muito além das fronteiras e limitações impostas tanto por nosso frágil corpo de primatas como por nosso senso de eu.
Eu posso imaginar esse mundo futuro com alguma segurança baseado nas pesquisas conduzidas em meu laboratório, nas quais macacos aprenderam a utilizar um paradigma neurofisiológico revolucionário que batizamos de interfaces cérebro-máquina (ICM). Usando várias dessas ICMs, fomos capazes de demonstrar que macacos podem aprender a controlar, voluntariamente, os movimentos de artefatos artificiais, como braços e pernas robóticos, localizados próximo ou longe deles, usando apenas a atividade elétrica de seus cérebros de primatas. Essa demonstração experimental provocou uma vasta reação em cadeia que, a longo prazo, pode mudar completamente a maneira pela qual vivemos nossas vidas.
Nesse admirável mundo novo, centrado apenas no poder dos relâmpagos cerebrais, nossas habilidades motoras, perceptuais e cognitivas se estenderão ao ponto em que pensamentos humanos poderão ser traduzidos eficiente e acuradamente em comandos motores capazes de controlar tanto a precisa operação de uma nanoferramenta como manobras complexas de um sofisticado robô industrial. Nesse futuro, enquanto sentado na varanda de sua casa de praia, de frente para seu oceano favorito, você um dia poderá conversar com uma multidão de pessoas, fisicamente localizadas em qualquer parte do planeta, por meio de uma nova versão da internet (a “brainet”) sem a necessidade de digitar ou pronunciar uma única palavra. Nenhuma contração muscular envolvida. Somente por meio de seu pensamento.

A perspectiva dessa maravilhosa alforria, que hoje ainda pode soar para alguns como magia, milagre ou alquimia, não mais pertence ao domínio da ficção científica. Esse mundo do futuro está começando a se delinear, diante de nossos olhos, aqui e agora.”  http://www.companhiadasletras.com.br/detalhe.php?codigo=12715


Os prazeres que vêm do cérebro

Helio Schwartsman, Folha de S.Paulo, 13 de junho de 2010
Resumo
Estudos recentes estabelecem as bases neurológicas do prazer e seu papel central na formação do cérebro. Modulado pela experiência, o prazer é decisivo para o cumprimento dos imperativos darwinianos da sobrevivência e da procriação, mas também está na origem de vícios e intolerâncias.
O que obesos mórbidos, esportistas radicais, alcoólatras, fetichistas por pés e religiosos têm em comum? Todos eles são animados pela mesma força motriz: o prazer.
E o que é o prazer? É difícil dizer. Embora tenha desde sempre chamado a atenção dos filósofos -Aristipo de Cirene, um dos discípulos de Sócrates, fundou a primeira escola hedonista no início do século 4º a.C.-, foi só nas últimas décadas que a ciência reuniu os recursos necessários para investigar o fenômeno a fundo, permitindo a elaboração de hipóteses que avançam para além do terreno puramente especulativo.
Estamos assistindo ao surgimento da ciência do prazer. Os resultados dessas pesquisas começam a aparecer em obras como “How Pleasure Works”, de Paul Bloom. A Folha obteve um exemplar do livro, que será lançado amanhã nos EUA.
Para a neurociência, a finalidade do prazer é quase óbvia. Ele serve para fazer com que seres vivos mais complexos, como aves e mamíferos, persigam os imperativos darwinianos da sobrevivência e da procriação. Nem mesmo um Schwarzenegger primitivo andaria com uma tabela dietética no bolso, mas seu incontível desejo por açúcares e gorduras o levaria a buscar alimentos ricos nesses macronutrientes essenciais.
Ao contrário de seu antípoda, a dor, o prazer não é exatamente uma sensação. De acordo com Morten L. Kringelbach, vinculado às universidades de Oxford e de Aarhus (Dinamarca) e autor de “The Pleasure Center – Trust Your Animal Instincts” [O Centro do Prazer - Confie nos seus Instintos Animais, Oxford University Press, 304 págs., US$ 24,95, R$45], o prazer resulta da antecipação e subsequente avaliação de sensações produzidas por estímulos.
Trata-se, portanto, de um complexo fenômeno psicológico, ligado ao sistema de recompensa do cérebro e constituído por processos conscientes e não conscientes. Tem como subelementos o desejo, o gosto e a aprendizagem. E isso, como veremos, terá importantes implicações práticas. Historicamente, o sistema de recompensa foi descoberto por James Olds e Peter Milner nos anos 50. Seus experimentos consistiam em implantar eletrodos em diferentes regiões do cérebro de ratos e ativá-los com eletricidade.
Os cientistas perceberam que as cobaias pareciam gostar de determinados estímulos. Mudando um pouco os procedimentos, deixaram que os próprios animais acionassem a corrente através de uma alavanca. Com isso, mapearam as áreas do cérebro que se mostravam mais prazerosas. Com os eletrodos nos pontos certos, os ratos passavam o dia se autoestimulando. Desistiam do sexo e até da comida. Em uma palavra, estavam viciados.
MOLÉCULA DO PRAZER As zonas do cérebro então identificadas como centros de recompensa foram o sistema límbico e o “nucleus accumbens”, cujos neurônios têm numerosos receptores para o neurotransmissor dopamina, a “molécula do prazer”.
Seria um erro considerar o prazer como um tempero, mero adjuvante na busca de comida e parceiros sexuais. É uma das principais forças que nos faz agir. Sem ele, não teríamos motivação nem para descer das árvores toda manhã. Não por acaso, a anedonia, perda da capacidade de sentir prazer, é um traço comum de várias doenças mentais.
O prazer age primordialmente por vias emocionais, bem mais eficientes e rápidas do que as racionais. Hamlet pode ficar imobilizado pela dúvida existencial, mas quem se depara com um urso sente medo e sai correndo sem pensar, preservando os seus genes para futuras gerações.
E por envolver a aprendizagem, o prazer garante jogo de cintura para adaptar-se a eventuais mudanças no ambiente. O animal que gosta de frutas doces tem mais chances de dar-se bem do que o bicho que extrai seu quinhão de frutose exclusivamente de amoras, por exemplo.
Os estudiosos fazem a distinção entre os prazeres fundamentais (sensórios, sexuais e sociais) e os de ordem superior (monetários, artísticos e transcendentais). Em princípio, partilharíamos os primeiros com outros animais. Já os últimos seriam exclusividade humana.
PAPEL ESSENCIAL O caráter adaptativo do prazer, contudo, é apenas o começo. Gene Wallenstein, neurocientista que se especializou em biologia das emoções, aponta o papel essencial do prazer no desenvolvimento e na maturação do cérebro.
Para entender melhor a tese, desenvolvida no livro “The Pleasure Instinct – Why We Crave Adventure, Chocolate, Pheromones, and Music” [O Instinto do Prazer - Por que Clamamos por Aventura, Chocolate, Feromônios e Música, Wiley, 256 págs., US$ 24,95, R$ 45], é preciso recorrer a um pouco de genética e embriologia.
O Projeto Genoma Humano identificou algo como 25 mil genes. Um cérebro de Homo sapiens tem cerca de 100 bilhões de neurônios; cada um se conecta a milhares de outros, perfazendo um total de 1014 (o número 1 seguido de 15 zeros) conexões nervosas.
Tamanha desproporção sugere que a informação genética é insuficiente para especificar o lugar de cada neurônio no cérebro, bem como os pontos de ligação com outras células nervosas. Os genes trazem regras muito gerais de desenvolvimento e migração neuronal, que vão sendo ajustados ao longo do processo.
A sintonia fina cerebral se faz pela criação de numerosas ligações entre os neurônios (sinaptogênese), seguida da eliminação das conexões que não foram utilizadas (poda). O adjetivo “numerosas” aqui não é força de expressão. Entre a metade da gestação e os dois anos de idade, o cérebro forma 1,8 milhão de novas sinapses por segundo!
O processo de poda é bem mais lento: estende-se até o final da adolescência. O prazer funcionaria aqui como fio condutor, levando o indivíduo, desde a fase embrionária (sim, fetos já sentem prazer) a buscar as experiências necessárias para que seu cérebro seja ligado corretamente. As conexões que mais produzem prazer são constantemente estimuladas e, por isso, reforçadas; as menos utilizadas acabam sendo eliminadas.
Para dar uma ideia de quão crítico é o processo, basta evocar os experimentos feitos com gatos que têm os olhos tapados ao nascer. Sem a experiência da visão presidindo à geração e poda de sinapses, o cérebro deles não aprende a enxergar. Se a venda só for retirada após a “fase crítica”, os gatos ficam cegos para sempre, embora seu equipamento óptico esteja em perfeitas condições.
Esse, aliás, é um bom argumento para mostrar que a dicotomia genes-ambiente (em inglês é mais sonoro: “nature-nurture”) não faz muito sentido. As instruções embutidas nos genes só ganham real significado depois de moduladas pela experiência.
PRAZERES INTRAUTERINOS Segundo Wallenstein, conservamos até o fim os prazeres que foram importantes na vida intrauterina e na primeira infância. Um exemplo: bebês gostam de ser chacoalhados; e gostam porque isso faz bem a eles. É uma experiência importante, em que o cérebro se ajusta para lidar com o equilíbrio e o movimento.
O mesmo processo se repete para cada um dos sentidos. Calibrar o cérebro para a visão, por exemplo, exige que nos exercitemos na observação de cores, linhas e, em especial, no reconhecimento de faces. Daí o nosso gosto inato pelas cores primárias, pela simetria e a verdadeira obsessão humana por rostos. De modo análogo, a curiosidade sonora do bebê e seus balbucios já são a primeira fase da aquisição da linguagem.
A eficácia da estimulação cinética nos primeiros meses de vida foi demonstrada num experimento com gêmeos idênticos. O bebê que foi mais sacudido começou a andar quatro meses antes de seu irmão. Como o gosto pela agitação permanece mesmo quando sua finalidade primordial já foi cumprida, crianças adoram correr e pular, jovens divertem-se testando os limites de aceleração de carros, e até os mais pacatos idosos curtem a cadeira de balanço.
CHOCOLATE A neurociência também explica por que o chocolate é tão irresistível. Entre seus mais de 350 compostos conhecidos, há pelo menos três grupos que falam diretamente a nossos órgãos de prazer. O mais famoso é a sucrose, que não é mais que o bom e velho açúcar. Algumas gotinhas bastam para acalmar um bebê chorão. Elas ativam o sistema opioide do cérebro, que regula a resposta do corpo ao estresse.
Além da sucrose, o chocolate contém teobromina (um estimulante leve) e feniletilamina, quimicamente similar à anfetamina. Uma vez no cérebro, elas ativam os sistemas da dopamina e da noradrenalina, ligados à atenção e à excitação.
Por fim, o terceiro grupo traz a anandamina, que ativa os mesmos receptores do THC – tetraidrocanabinol, o princípio ativo da maconha-, e mais duas moléculas, que fazem com que seu efeito perdure por mais tempo.
O chocolate seria, assim, uma improvável combinação de morfina, anfetamina e maconha no mesmo produto. Difícil resistir. A comparação só não é exata porque as drogas ilícitas ou controladas produzem versões potencializadas do “barato”.
VÍCIO Isso nos leva ao lado negro do prazer, que é o vício. De acordo com Wallenstein, recentes pesquisas em neurociência mostram que, além do sistema da dopamina, existem pelo menos três outros que estão ligados ao prazer. Mais importante, os circuitos neuronais responsáveis pelo querer e pelo gostar funcionam de forma independente. É o que explica, por exemplo, por que dependentes fazem de tudo para obter sua ração diária de droga, mesmo afirmando que não gostam tanto como nas primeiras utilizações.
É o que explica, também, por que é possível tornar-se viciado em produtos como o cigarro, intragáveis para quem experimenta pela primeira vez.
Conhecer melhor os mecanismos da dependência, além de indicar alvos para o desenvolvimento de novos fármacos, também pode levar à revisão de algumas estratégias terapêuticas.
Wallenstein sugere que pode ser contraproducente abordar uma droga de cada vez -alcoólatras que buscam tratamento para a dependência de álcool e são também fumantes raramente recebem incentivo para abandonar o cigarro ao mesmo tempo. Todas as drogas, afinal, excitam os mesmos centros de recompensa. Tentar parar de beber sem parar de fumar seria como prescrever um tratamento que incluísse pequenas doses de álcool. Se esse modelo é exato, as terapias de substituição não fariam sentido.
O vício é o mais evidente dos curtos-circuitos do prazer, mas está longe de ser o único. Racismo, estupro de virgens e intolerância religiosa seriam outros desvios comuns, na interpretação de Paul Bloom, autor do esperado “How Pleasure Works – The New Science of Why We Like What We Like ” [Como o Prazer Funciona - A Nova Ciência de Por Que Gostamos Daquilo de que Gostamos. W. W. Norton, 280 págs., US$ 26,95, R$ 49].
Nem todos os prazeres, porém, têm valor adaptativo. Sobretudo no mundo moderno, eles surgem como subproduto de preferências que foram importantes no passado humano ou no desenvolvimento de cada indivíduo.
É o caso do café. Não dá para dizer que gostamos de café porque caçadores-coletores que bebiam essa infusão obtiveram uma vantagem sobre os que não a ingeriam. O café é apreciado porque é uma droga estimulante, e nós gostamos de ser estimulados.
ESSENCIALISMO Para Bloom, estrela em ascensão da Universidade Yale, seres humanos têm uma visão essencialista do mundo; quando ela interage com o prazer, pode gerar subprodutos indesejáveis. O essencialismo, compreendido como a noção de que as coisas têm uma natureza oculta que as define, não é em si um mal. Ao contrário, ele nos leva a ser observadores detalhistas, que tentam ler em pistas externas a verdadeira essência dos objetos. Isso tende a favorecer a sobrevivência.
A questão é que muitas vezes o essencialismo produz confusão. Experimentos conduzidos pelo psicólogo social Henri Tajfel mostram que, ao dividir pessoas em dois grupos por critérios arbitrários (cara ou coroa, por exemplo), os indivíduos não apenas favorecem a facção em que ficaram -o que seria compreensível do ponto de vista dos prazeres sociais- como acreditam que há diferenças significativas entre as duas.
Se as características externas são mais ou menos óbvias, como a cor da pele ou o formato do rosto, são elas que despontam como relevantes e, portanto, “essenciais”. Pronto: está criado o embrião do racismo e, “mutatis mutandis”, da intolerância religiosa.
Existem exemplos mais divertidos do essencialismo. O que pensamos acerca de nossos alimentos altera, às vezes profundamente, a forma como os apreciamos. Num experimento com especialistas, o mesmo vinho foi rotulado como “grand cru” (de alta qualidade) ou “vin de table” (ordinário). A avaliação mudava conforme o rótulo. Se você está prestes a concluir que a crítica enológica é uma fraude, ainda não viu nada. Numa outra simulação, experts foram induzidos a confundir vinho branco com tinto. Bastou uma mentirinha e um copo escuro.
As coisas podem ficar ainda piores para os defensores da objetividade do paladar. Com a crença errada, como demonstrou outro teste, somos capazes de nos deleitar com comida de cachorro como se fosse patê de “foie gras”.
Outra característica interessante -e positiva- do essencialismo é que ele nos permite apreciar a ficção e aprender com ela. Ao contrário da maioria dos animais, temos a capacidade de antecipar sensações e extrair prazer (ou sofrimento) dessa antevisão. Isso nos treina a distinguir ficção de realidade, o que abre toda uma avenida de novos prazeres.
Em primeiro lugar, ganhamos a possibilidade de “viver” situações ficcionais. A experiência pode não ser tão intensa como na realidade; embora isso atenue as sensações, também nos preserva dos perigos. Assistir no cinema a alguém sendo devorado por tubarões é mais seguro do que presenciar a cena “in loco”.
Essa simulação segura é, em geral, uma boa oportunidade de aprendizado, seja para lidar com as próprias emoções, seja para adestrar-se numa atividade relevante. No mundo animal, as brigas de brincadeira entre filhotes são uma forma de aprendizado para a luta -sem o risco de ferimentos. A literatura está salva e “Crime e Castigo” vale por um tratado de psiquiatria.
Ainda mais curioso, de acordo com Bloom, o fato de jogarmos mentalmente com o binômio segurança-emoção nos torna capazes de extrair prazer de sensações desagradáveis, como a queda livre da montanha-russa e o filme de terror. Esse comportamento pode prolongar-se para fora da ficção, desde que numa situação que saibamos ser controlada. É o que explica a nossa curiosidade diante de acidentes de carro, comidas condimentadas -o ser humano é o único animal que aprecia Tabasco, assevera Bloom- e até o masoquismo.
FETICHES E, se o assunto é sexo, esse é um terreno fértil para nossas projeções essencialistas. Num experimento com perus selvagens, os pesquisadores tentaram identificar qual a “unidade mínima” de perua que os excitaria.
Para isso, foram testando a resposta dos machos a manequins de peruas, das quais iam retirando cauda, pés, asas etc. Descobriram que bastava espetar uma cabeça num pau para despertar o vigor nos machos. Na verdade, os perus preferiam a cabeça sozinha a um corpo acéfalo. Eis aí um modelo para o fetichismo.
No caso dos humanos, o fetiche mais frequente é por pés. Há uma explicação neurológica para isso. A área do cérebro que processa as informações táteis da genitália é vizinha à responsável pelos pés, ao alcance de apenas algumas sinapses extras.
A tara por virgens também resulta de uma visão essencialista, desta vez moldada pela seleção sexual. Desde que a espécie humana perdeu o estro, ficou muito mais difícil para o macho ter certeza de quem são seus filhos (se as mulheres fossem férteis apenas num período do ano, bastaria vigiá-las de perto nesse intervalo).
Antes da pílula e da inseminação artificial, a melhor garantia de não estar criando filhos alheios (o pior pesadelo darwiniano) era relacionar-se com uma virgem. O hábito, que ainda evoca ideias como as de pureza e inocência, ficou e estendeu-se para outras áreas, gerando comportamentos moralmente indefensáveis como a pedofilia, o estupro de virgens com vistas a curar doenças e os crimes “em defesa da honra”.
ÉTICA No fundo, tinha razão Epicuro (341 a.C.-270 a.C.), um dos primeiros filósofos hedonistas. Sem rejeitar o prazer, ele percebeu a necessidade de enquadrá-lo dentro de uma ética. Poderíamos até dividir a história da filosofia em sistemas ou autores que nutrem simpatia pelos apetites naturais (hedonismo, empirismo, Diderot, utilitarismo) e aqueles que os denunciam como fonte dos males humanos (estoicismo, santo Agostinho).
O que a incipiente ciência hedônica sugere é que o prazer, mais do que um impulso a ser disciplinado, é uma das principais forças que dirige a formação do cérebro e que nos confere o gosto pela vida. Compreender os caminhos por vezes estranhos a que ele nos conduz é o primeiro passo para uma nova ética do prazer, que nos permita evitar suas armadilhas e utilizá-lo para tornar mais eficientes práticas como a educação e tratamentos de doenças.

El debate sobre Neurociencia Cognitiva

La publicación del libro “Neuroscience & Philosophy. Brain, Mind & Language”, traducido al español con el título, “La Naturaleza de la Conciencia. Cerebro, Mente y Lenguaje”, nos permite volver a tratar el tema de las neurociencias ya tocado en este blog.  Como hemos dicho en anteriores entregas de este blog todo lo relativo al cerebro y a la mente está cargado de futuro. Esos dos componentes del ser humano, tan esenciales y tan íntimamente relacionados que muchos investigadores reducen a uno solo, constituyen una de las últimas fronteras del conocimiento humano y los avances en ella son hoy continuos y espectaculares.
Cuando el hombre se ha dedicado con tanta energía e interés a algún tema de investigación como lo está haciendo con éste, los resultados han sido siempre notables y eso es lo que cabe esperar en los próximos años para el funcionamiento fisiológico del cerebro y sus relaciones con los aspectos psicológicos del hombre. Los impactos sobre la vida humana y sobre las sociedades del futuro serán, probablemente, muy importantes.
Es un terreno en el que colaboran estrechamente los neurocientíficos y los filósofos, como cabría esperar a priori. La “neurociencia cognitiva” es el nombre que se viene utilizando para referirse a esa actividad conjunta de científicos duros y puros que hurgan en las neuronas y las sinápsis y de profesionales del pensamiento subjetivo y cualitativo más tradicional.
Unos y otros quieren saber en qué consiste la percepción, el pensamiento, los sentimientos, la voluntad, la conducta intencional y la conciencia, y ambos grupos de profesionales están deslumbrados por las posibilidades de simbiosis existentes entre ciencia y filosofía.
Del lado de los filósofos son muy conocidos por su beligerancia, su intensa actividad y sus múltiples publicaciones, John Searle, Daniel Dennet, y los Churchland, Paul, el marido y Patricia, la mujer, todos ellos catalogables como neurofilósofos o filósofos de la mente. Los títulos de sus obras han captado la atención del público especializado y no especializado. Por ejemplo: Mente, lenguaje y sociedad: la filosofía en el mundo real, Mentes, cerebros y ciencia y El misterio de la conciencia, del primero; Content and Consciousness (Contenido y conciencia), Brainstorms: Philosophical Essays on Mind and Psychology. Consciousness Explained, del segundo; y The Engine of Reason, The Seat of the Soul: A Philosophical Journey into the Brain y Matter and Consciousness y Neurophilosophy: Toward a Unified Science of the Mind-Brain, The Computational Brain y The Mind-Brain Continuum, de los terceros.
En cuanto a los neurocientíficos hay más dispersión, pero suenan también mucho Francis Crick, Antonio Damasio, Gerald Edelman, David Marr, Christof Koch y muchos otros.. Los títulos de sus obras son deslumbrantes también.
Un terreno novedoso en el que en nuestro país ha hecho una notable labor de divulgación Eduardo Punset con sus destacados libros: Cara a cara con la vida, la mente y el universo, El viaje a la felicidad: Las nuevas claves científicas y El alma está en el cerebro. Radiografía de la máquina de pensar. Y suenan por sus publicaciones Francisco J. Rubia, Francisco Mora y otros.
A muchos nos estaban gustando las aportaciones de estos autores y sus esfuerzos para encontrar un lenguaje común con el que describir los fenómenos o procesos del cerebro humano en los que se interrelaciona lo físico y lo psicológico. Como ellos mismos, esperábamos mucho de esta colaboración.
Por eso ha sido como un jarro de agua fría la difusión del ataque profundo a esa labor conjunta que ha supuesto el libro de Maxwell Bennet y Peter Hacker “Philosophical Foundations of Neurociences” publicado originalmente en inglés por Blackwell en 2003. Libro que “llamó la atención de inmediato, porque era la primera evaluación sistemática de las bases conceptuales de la neurociencia, tal como habían sido establecidas por científicos y filósofos”, como se indica en la Introducción del más reciente en español, “La Naturaleza de la Conciencia. Cerebro, Mente y Lenguaje” (Paidós, Barcelona, 2008) en el que se recoge una gran parte del debate al que hace referencia esta nota.
Se indica asimismo en la Introducción mencionada que en 2004 la American Philosophical Association (APA) invitó a Bennet y a Hacker a mantener un debate con John Searle y Daniel Dennet, a los que directamente se criticaba en el libro de los dos primeros, en la reunión anual de la Asociación de 2005. El debate tuvo lugar y las actas se publicaron en forma de libro en 2007 por la Columbia University Press con el título en inglés “Neuroscience & Philosophy. Brain, Mind & Language”, del que surge la traducción española de Paidós citada en el párrafo anterior.
Maxwell Bennet es catedrático de neurociencia de la Universidad de Sidney y director científico del Brain and Mind Research Institutey. Peter Hacker es profesor de filosofía del St. John’s College de Oxford y uno de los principales expertos actuales en Wittgenstein. Ambos son autores y coautores de diversas obras. Su colaboración que se extiende a varios libros ha resultado muy fructífera al combinar las dos materias sobre las que tratamos: neurociencia y filosofía.
La crítica que hacen a los neurocientíficos y a los filósofos tiene que ver con el lenguaje utilizado por los primeros inspirados por los segundos en relación con las funciones del cerebro. Insisten en que no se puede achacar al cerebro funciones que corresponden al ser humano en su conjunto. El cerebro, según ellos, no sabe cosas, no razona de forma inductiva, no construye hipótesis basadas en argumentos, no decide; y las neuronas que lo componen no son inteligentes, no saben calcular probabilidades y no ofrecen argumentos, como dicen hoy muchos neurocientíficos. Todas esas tareas corresponden al hombre no al cerebro.
El punto de apoyo para esta crítica está en la filosofía de Ludwig Wittgenstein y un argumento básico para ella queda recogido en la siguiente frase de este autor:
“Sólo del ser humano y de lo que se parece a un ser humano (se comporta como tal) se puede decir: tienen sensaciones; ve, es ciego; oye, es sordo; es consciente o inconsciente”
Argumentan que sólo si se hubiera producido el descubrimiento neurocientífico de que los cerebros también ven y oyen, piensan y creen, y formulan y responden preguntas, sería correcta la adscripción de los atributos psicológicos del hombre al cerebro. Tal descubrimiento no se ha producido en absoluto.
En línea con este argumento hablan de la “falacia mereológica” definida como la atribución a las partes de aquello que sólo tiene sentido cuando se atribuye al todo.
Tachan a los especialistas en neurociencia cognitiva (neurocientíficos y filósofos) a los que critican, de dualistas estructurales, al haber cambiado el dualismos cartesiano cuerpo-mente por el nuevo dualismo cuerpo-cerebro.
Atacan además el uso de las palabras “qualia” y “quale” que tanto gustan a Searle Eldeman, Chalmers, Damasio y otros para denominar a las “sensaciones cualitativas” del cerebro deducidas de experiencias externas. Una vez más dicen que si tales sensaciones existieran seguirían siendo atributos de los seres humanos, no del cerebro.
Las defensas que Dennet y Searle hacen de sus posiciones son muy sólidas, y muy duras las críticas que ellos a su vez hacen a Bennet y Hacker, pero no dejan de salir bastante tocados del debate, sobre todo cuando ellos y otros filósofos son tratados de lacayos de los neurocientíficos en el capítulo final de la obra escrito por Daniel Robinson. La verdad es que el altar en el que algunos habíamos colocado a Searle y Dennet se ha venido un poco abajo.
Lo peor además, y así se indica en el libro, es que esta crítica puede destruir la colaboración actual entre neurocientíficos y filósofos y detener unas investigaciones que hasta ahora eran muy prometedoras.
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Adolfo Castilla

Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada.Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, 
Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija. Notas:
Fuente: http://www.tendencias21.net/Prospectiva/index.php?action=article&id_article=1019420
Redactado por Adolfo Castilla el martes 26 Agosto 2008

Neurociencia en el cine

La tecnología avanza tanto que pretende inmiscuirse en el cine por la puerta grande. Los estudios cinematográficos están investigando el punto "G" de las emociones humanas para aplicarlo al séptimo arte y rentabilizarlo al máximo. Con una técnica de neuroimagen quieren comprobar cómo reacciona el cerebro ante los estímulos positivos que una película puede ofrecer a los espectadores. Si consiguen aislar las escenas puntuales que mas "placer" generan se podría eliminar la "basura" fílmica restante y ofrecer una obra llena de intensas emociones, aunque eso reviente la narración y la historia.
 El septimo arte se caracteriza por presentar una narración visual con una estructura teóricamente definida. Hay que presentar la historia, desarrollarla y terminarla, aunque para ello a veces haya que sacrificar la intensidad emocional. En la genialidad de los creadores está el hacerla más o menos interesante. Sin embargo, una nueva tendencia derivada del neuromarketing está tomando posiciones en el mundo de la industria del cine. La idea consiste en monitorizar el cerebro de una persona para saber exactamente cómo estimulan las películas una zona del cerebro que se encarga de las emociones. Por así decirlo, es la región que representa el punto "G" de las sensaciones emocionales. Una una empresa de San Diego, llamada MindSign Neuromarketing, es la que se va a encargar de observar cómo funciona este proceso.
La ciencia sabrá exactamente que escenas te emocionan.
Usarán avanzadas técnicas de neuroimagen llamadas Resonancia Magnética Funcional(fMRI) para verificar qué partes de la Amigdala cerebral se activan cuando un espectador está viendo una secuencia que le genera un alto componente emocional. De esta manera, podemos saber exactamente qué parte de la película le está gustando de verdad y ya no será necesario confiar en su palabra. Simplemente escaneamos su cerebro mientras visiona (por ejemplo) Instinto Básico y, seguramente, la Amígdala se pondrá a parpadear como loca cuando aparezca la escena del cruce de piernas.  Con esta técnica, el director tiene garantizado el saber con precisión qué cosas son las que realmente interesan al espectador y, por tanto, diseñar una película que siga ese esquema. De esta forma le mantendrá en un tren de constantes emociones fuertes. El film, desde el punto de vista artístico, podrá ser un auténtico bodrio pero, si a la mayoría de personas les colocas unas secuencias que han demostrado ser altamente emotivas, la taquilla estará asegurada.
Yo me imagino que con esta técnica se acabará diseñando una especie de trailer de hora y media de duración o una secuencia conjunta de trailers sin conexión. Todo sea por estimular las emociones del espectador sin tener en cuenta la narración, ni el mensaje ni lo que se quiere contar o denunciar en una película que se precie de ser arte. Si esto se impone, estamos abocados a la idiotización completa. Siempre nos quedarán los libros (bueno, tampoco; si aplican esta técnica con ellos, estamos perdidos).
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http://www.neoteo.com/

A teoria da consciência segundo Antônio Damásio



O neurocientista António Damásio, hoje com 67 anos, emigrou de Portugal para os EUA — primeiro para o Iowa e mais tarde para a costa oeste, onde hoje dirige com a mulher, Hanna Damásio, o Brain and Creativity Institute, na Universidade da Califórnia do Sul. O seu mais recente trabalho,  O Livro da Consciência (temas e Debates), traz novas ideias sobre o fenômeno da consciência, amadurecidas durante mais de dez anos. Entre as questões trabalhadas no livro estão, por exemplo: Como é que o nosso cérebro gera a consciência? Como consegue Articular a nossa percepção do mundo com o nosso sentir do mundo e de nós próprios? Como fabrica subjectividade, esse atributo exclusivamente humano da mente consciente?
Nesta entrevista à ao blogue Público Digital, de Lisboa ( Portugal), ele fala sobre a teoria da consciência e outros assuntos relacionados às suas pesquisas. 

 Por que é que se dedicou ao estudo do cérebro? Foi por causa de livros que leu ou houve algum professor que o fez apaixonar-se pelo tema? 

Foi uma combinação de factores. Um prende-se com o meu interesse pelos mecanismos e com a curiosa transição que me fez passar dos mecanismos dos motores — que eram a minha paixão quando tinha dez anos — para os mecanismos da mente. Não faço ideia nenhuma da maneira de como isso aconteceu, mas sei que a certa altura — devia eu ter à volta de 15 anos —, ainda sem pensar de todo no cérebro, fiquei obcecado pelos mecanismos mentais. E achava que, para abordar essas questões — aí a influência foi com certeza literária —, teria de me tornar escritor ou cineasta. Isso fazia sentido, visto que também tinha uma grande paixão pela literatura e pelo cinema. Mas depois, no liceu — em Portugal —, tive como professor um filósofo chamado Joel Serrão. Era um professor magnífico — ensinava História e Filosofia — e eu de vez em quando conversava com ele. Um dia, falei-lhe do que queria fazer e disse-lhe que estava a tentar decidir se ia escolher a via literária ou científica no liceu. Ele ouviu-me e respondeu: “O que tu queres ser é neurologista.” “Ah, disse eu, neurologista. E porquê?" 

"A questão é que vieram daí uma quantidade de textos que ele achou que eu devia ler e, em particular, a recomendação de ler um livro do Egas Moniz. Tudo isto aconteceu, lembro-me muito bem, quando eu tinha 16 anos — e, depois de ter pensado bastante no assunto, decidi que ia para Medicina e que ia ser neurologista. Era a via natural. Foi uma decisão que nunca se alterou. Quando entrei para a faculdade, lembro-me de que as pessoas me diziam: “Não vais nada ser neurologista, vais ser cirurgião plástico.” “Veremos”, respondia eu. E acabei mesmo por me tornar neurologista. Claro que fui ficando cada vez mais contente com a minha escolha, porque de facto correspondia totalmente àquilo que me interessava. 

Como trabalha? Como formula as suas hipóteses? É com base na sua própria investigação, mas também nos resultados dos outros? São precisas as duas coisas. Há resultados que são nossos, obtidos no meu laboratório, e há resultados que são de outros e que motivam novas experiências no meu laboratório. Ou que motivam reflexões. É uma interacção extremamente dinâmica. Não há só uma linha de investigação, há muitas, a entrecruzarem-se constantemente. 

Quando tem uma ideia ou uma formulação, discute-as com outros? Ou precisa de se fechar no seu gabinete e de pensar sozinho? 

Geralmente, preciso de ambas as coisas. É raro que haja ideias que não sejam muito rapidamente discutidas com a Hanna [Damásio]. Portanto, logo ali começa um dueto. 

O diálogo com a sua mulher Hanna é essencial. 

Absolutamente. Sobretudo no aspecto experimental, porque eu tenho muito mais capacidade teórica do que experimental e ela tem uma enorme capacidade experimental. Imagina imediatamente as experiências que podem ser feitas, é uma das coisas que gosta imenso de fazer. Portanto, estabelece-se aí imediatamente um diálogo. Também há uma fase de apuramento e, a seguir, organizo uma espécie de workshop, uma série de reuniões de laboratório durante as quais o nosso grupo apresenta as novas ideias para as testar. Eu gosto de convidar as pessoas a fazer o shooting down das ideias — agradavelmente, claro, não de forma agressiva. A colocar perguntas para tentarmos avançar. 

Quais são as coisas de que mais gosta no processo de investigação? E aquelas de que não gosta? 

As coisas de que não gosto... Os tempos mortos. Por exemplo, quando estamos a começar uma nova experiência. Fazemos a primeira e corre bem, mas a segunda já não corre tão bem. Portanto, é preciso fazer uma terceira. A nossa investigação é uma investigação em seres humanos (que podem ser doentes neurológicos ou não). Por isso, não é uma investigação em que se possa dizer aos participantes para estarem lá quando nos convém. As coisas demoram o seu tempo e há um intervalo entre o momento em que a nossa ideia já é sufi cientemente clara para ser testada e o momento em que fi nalizamos os testes. Esse é o aspecto menos agradável. Aliás, eu costumo dizer aos estudantes mais novos, que pedem para fazer uma rotação pelo nosso instituto, que é muito bom ver como se faz investigação, porque, se pensam que querem ser cientistas, têm de ver se são capazes de tolerar os tempos mortos da ciência. Não é todos os dias que há resultados fantásticos. Nem tudo é muito excitante e há dias e dias em que não acontece nada. É preciso ter paciência e conseguir tolerar a sua própria solidão intelectual. Se isso não é possível, não vale a pena tentar ser cientista. 

E as coisas de que mais gosta? Há alturas em que algo faz clique? 

Há, sim. Aquilo de que mais gosto é de entrever uma possibilidade — quando, no meio de uma discussão, de repente se tem um momento de compreensão (um haha moment) em que se vê a possibilidade de uma interpretação ou se entrevê aquilo que devemos procurar. Isso é um grande prazer. Um outro prazer enorme é ser capaz de escrever uma boa interpretação dos resultados. Gosto de escrever e gosto de conseguir explicar bem o que penso. Não é só obter o resultado e plop! O resultado precisa de ser trabalhado e precisa de ser escrito de forma a que também se torne agradável para o leitor. Não há razão nenhuma para que os artigos científicos sejam escritos de forma maçadora, num mau estilo ou numa língua pouco trabalhada. Devem ser tão bem escritos como as peças literárias. Essa é outra fonte de prazer do meu trabalho. 

Há duas décadas, as neurociências não estudavam nem as emoções nem a consciência, que pareciam estar fora do alcance da biologia. Hoje, ainda há muitos cépticos que continuam a pensar que não é possível abordá-las pelo lado das bases neurais?

Há, mas há menos. Por exemplo, dentro da filosofia, que tradicionalmente era o bastião dos que não acreditavam que se pudesse estudar a mente pela via neural, há hoje em dia muitos jovens que estudam filosofia e que querem estudar neurociência. Tudo isso está a mudar, o que por outro lado também provoca, por parte de alguns filósofos mais tradicionais, uma enorme reacção de irritação, porque de certo modo acham que a neurociência compete com a filosofia tradicional. Ficaria espantadíssimo se, após a leitura do meu novo livro, não houvesse alguns filósofos a escrever que tudo isto é horrível, que não faz sentido nenhum estar a abordar a mente através da neurociência, que é superreducionista e que não está verdadeiramente ligado aos problemas centrais. Um argumento, quanto a mim, insustentável. Mas, hoje em dia, há também pessoas que suspeitam ou que temem que tanta biologia, que uma abordagem tão completamente biológica do ser humano, possa de algum modo reduzir a dignidade humana. No meu livro, toco várias vezes nesse problema para dizer que é exactamente o contrário que acontece. Quanto mais estudamos a biologia, tanto ao nível de uma simples célula como dos tecidos ou dos organismos inteiros, mais espantoso é o que encontramos. Espantoso pela riqueza da organização, pela complexidade, pela forma extraordinária como umas células que nem cérebro possuem antecipam os valores fisiológicos e os sistemas necessários à regulação da vida. É verdadeiramente extraordinário e a única coisa que nos deve causar é espanto. Por isso, não vejo em que é que a abordagem biológica diminui a dignidade humana, antes pelo contrário. Acho que, quando percebemos a beleza dessa vida nos pormenores mais pequenos e também no grande alcance dos grandes sistemas, passamos a ter muito mais respeito por aquilo que é a vida. Mas há aí um problema e de certeza que vamos ver pessoas, como acontece de cada vez que são publicados livros deste tipo que penetram um pouco mais no grande público, que acham que pode ser uma terrível ameaça para o ser humano. Não é. Qual é o derradeiro objectivo das suas pesquisas? 

Penso que não há um derradeiro objectivo. Há uma tentativa, sempre renovada, de esclarecer problemas e, no fundo, os problemas que me interessam são sempre os mesmos. O problema de como as emoções funcionam, de como os sentimentos se estabelecem. Isso prende-se com uma outra grande questão: como é que nasce a menc te, como é que nasce o eu e como é que se constrói a mente consciente. 

Em que consiste a teoria da construção da consciência humana que apresentou agora em O Livro da Consciência, editado há poucas semanas em Portugal? 

Em matéria de conceitos, a minha visão da construção da consciência tem muitas semelhanças com aquilo que já escrevi anteriormente [nomeadamente, em O Sentimento de Si]: há um “proto-eu”, não consciente, que surge ao nível do tronco cerebral, um “eu nuclear” e um eu autobiográfico (ver nestas páginas “Os patamares da consciência”). A esse nível, as ideias são exactamente as mesmas que já expus há uma dezena de anos. Mas os mecanismos que proponho agora são diferentes. 

A consciência aparece a que nível? 

Aparece quando aparece o eu nuclear e depois oscila constantemente entre o eu nuclear e o eu autobiográfico. Neste momento, ambos temos um eu nuclear a funcionar e o nosso eu autobiográfico está em pano de fundo. Mas quando foi preciso — por exemplo, quando me perguntou por que é que me dediquei ao estudo do cérebro, o meu eu autobiográfico funcionou completamente e fui buscar uma série de imagens que têm a ver com a minha vida entre os 10 e os 16 anos. A seguir, o meu eu autobiográfico regressou aos bastidores e aquilo que conta agora é o eu nuclear, são todos estes conteúdos com que eu estou a jogar neste momento para responder à sua última pergunta. 

Mas, antes de se tornar consciente, como é que nasce a mente? 

A criação da mente propriamente dita reside na capacidade que o cérebro tem de criar mapas neurais que vão dar origem a imagens. A ideia não é nova: vários colegas a têm abordado. Gerald Edelman [conhecido neurocientista norte-americano], por exemplo, é muito claro sobre a necessidade de existirem mapas neurais no cérebro. É dessa capacidade de gerar mapas neurais que surgem os conteúdos principais da mente: as imagens visuais, auditivas, olfactivas, tácteis — e, o que é muito importante, as imagens que nos vêm do nosso próprio corpo. Estas imagens, estes sentimentos básicos que temos do nosso próprio corpo — e que eu chamo agora sentimentos primordiais — vão depois ajudar a construir o eu. As imagens do nosso próprio corpo são sentimentos? 

Sim, só que os mapas do corpo são diferentes dos mapas do mundo exterior. De facto, se há algo de novo no meu último livro — algo que penso há muito tempo, mas que só agora consegui finalmente verbalizar numa forma que me agrada —, consiste em dizer que as imagens do corpo são imagens de uma natureza diferente das imagens do exterior. Porquê? Porque são imagens que começam a ser geradas ao nível do tronco cerebral, numa região do cérebro que está naquilo que eu descrevo no livro como uma união, uma fusão praticamente completa com o corpo. E o que isso vai permitir do ponto de vista teórico — e também prático, julgo eu — é fazer com que essas imagens não sejam só imagens cognitivas, divorciadas do seu objecto, mas sim imagens ligadas ao seu objecto, que é o corpo. Ou seja, imagens sentidas. Ora isso prende-se com um problema absolutamente central, que inúmeros filósofos e neurocientistas têm enfrentado. É o problema dos qualia — a dificuldade de explicar que nós não só temos imagens, mas que também sentimos essas imagens. Quando olhamos para o mar, não vemos apenas o azul do mar, sentimos que estamos a viver esse momento de percepção. Muitas pessoas têm dito que isto é impossível de compreender, que é algo que está fora do campo das neurociências. Mas eu acho que existe a possibilidade de que o modelo que acabei de descrever resolva o problema dos qualia. É óptimo vislumbrar a possibilidade de ligar coerentemente os sentimentos e a consciência. Por exemplo, neste momento, você tem uma imagem de mim, que está a construir a nível visual, mas também a nível auditivo. Mas há também uma outra imagem que surge ao mesmo tempo na sua mente: a imagem do seu próprio organismo, que está a ser gerada automaticamente no seu tronco cerebral e representada na sua ínsula [uma região do córtex cerebral]. Ora, essa imagem é uma imagem que, por estar ligada a si, está ao mesmo tempo a produzir um mapa que é sentimento. E é aí que me parece que está o grande segredo de criar uma consciência sentida e não uma consciência de autómato.

Disse que os mecanismos cerebrais que propõe agora para a emergência da consciência são diferentes...

Sim. Há uma dezena de anos, julgava que o mecanismo com que se constrói o eu nuclear requeria a participação do córtex cerebral [a parte mais evoluída do cérebro, que desempenha as funções cognitivas]. Agora, penso que o tronco cerebral consegue perfeitamente fazer isso sozinho. Isso não quer dizer que o córtex cerebral tenha ido para as urtigas. Continua a haver
uma interacção entre o córtex cerebral e o tronco cerebral. Mas a visão de um córtex cerebral a fazer tudo parece-me extraordinariamente errada. Não posso dizer que alguma vez tenha acreditado completamente nisso, mas embora tenha tido sempre a suspeita de que havia coisas muito importantes para estudar no tronco cerebral, parecia-me sempre que o processo podia ser explicado quase completamente ao nível do córtex. Contudo, já no ano 2000, lembro-me de ter escrito um trabalho que apresentámos na Nature e no qual transparecia cada vez mais que o subcórtex tinha de ter um grande papel. No fundo, demorou dez anos a amadurecer essas ideias e a ter novos dados. Quanto ao eu autobiográfico, sempre pensei que dependia sobretudo do córtex cerebral e continuo a pensá-lo, mas hoje acho que depende sobretudo de uma região muito particular do córtex — o córtex posteromedial ou PMC — e de uma interacção, que agora me parece vislumbrar, entre o córtex e o tronco cerebral. Isto é muito diferente de aquilo que eu tinha proposto há uma dezena de anos.Quando fala em subcórtex, trata-se de que estruturas?

Do tronco cerebral e do tálamo. O tálamo, tal como o apresento no meu livro, é um sistema intermédio, porque para chegar do tronco cerebral ao córtex cerebral é preciso passar pelo tálamo. O córtex cerebral tem maneira de chegar ao tronco cerebral sem necessariamente utilizar o tálamo, mas nas vias ascendentes o tronco cerebral tem de comunicar muito através do tálamo. 

O PMC já faz parte do córtex.

Sim, mas de um córtex mais antigo, que recebe mensagens do tronco cerebral. No fundo, temos a produção de sentimentos primordiais, depois a produção do que eu chamo “sentimentos de saber” e depois, a certo ponto, quando já há uma enorme quantidade de conteúdos relativos, por exemplo, à nossa biografia, é necessário coordenar esses conteúdos — coordenar a maneira como eles são apresentados à maquinaria dos sentimentos para que possam ser beneficiados por um sentimento que os distinga. O que é extraordinariamente importante. O PMC é precisamente um agregado de regiões que estão organizadas de tal maneira que têm a capacidade de muito rapidamente chegar a um grande número de sítios do cérebro e reevocar as imagens que nos vão permitir aceder rapidamente à nossa autobiografia. Desempenha um papel de grande coordenador. Há uma quantidade de novos dados sobre o PMC e, de facto, as coisas começam a encaixar bem. 

Também inclui no seu modelo uma estrutura chamada ínsula. Ela também faz parte do córtex? 

Também. A ínsula é um córtex com uma parte antiga e uma parte mais moderna e permite repetir com maior pormenor aquilo que já está no tronco cerebral em matéria de sentimentos. Aliás, aí é que reside outra grande diferença na minha visão das coisas: na visão mais tradicional, os sinais sobre o corpo juntam-se no tronco cerebral e são depois relançados sobre a ínsula — e é na ínsula que aparece a plataforma dos sentimentos. Na minha visão actual, os sinais estão no tronco cerebral. O tronco cerebral faz os seus primeiros mapas — que são muito simples —, transforma esses sinais e inicia o sentimento. Depois, envia todos esses sinais para a ínsula, onde os mapas são completados e onde existe a possibilidade de os relacionar com os objectos que inicialmente desencadearam o processo — e que podem ser visuais, auditivos, etc. Por exemplo, se você ouvir uma grande peça de Bach, desencadeia-se um processo auditivo. Esse processo auditivo vai provocar uma série de emoções e de sentimentos; as transformações ligadas às emoções e aos sentimentos vão aparecer mapeadas primeiro pelo tronco cerebral; depois, o tronco cerebral vai transferi-los para o córtex, onde se irão ligar ao iniciador de todo o processo, que foi a audição da peça musical do sr. Bach. Esta visão não exclui nenhum sistema, mas enriquece a maquinaria cerebral que fornece dados ao córtex. Há quem diga que nunca se vai conseguir saber exactamente como é que cérebro humano gera a consciência. Acha que o problema se pode de facto revelar demasiado complexo? 

É perfeitamente possível, mas é de facto provável que continuemos a progredir. Se olharmos para dez anos atrás, ou 20, ou 50, a verdade é que não se sabia então uma grande parte do que se sabe hoje. Praticamente toda a marcha da ciência tem desmentido os velhos do Restelo que não acreditavam que se pudesse descobrir coisa nenhuma. Tem havido uma constante negação desse princípio. Penso que as pessoas que apostam que não vamos conseguir se arriscam a perder a aposta. Dito isso, não quer dizer que eu tenha qualquer certeza de que todos os mistérios do Universo serão revelados. É bem possível que seja difícil ultrapassar certos muros do mistério da consciência — mas, até agora, isso não aconteceu. Todos os anos fazemos o mistério recuar um bocadinho. É por isso que devemos continuar a tentar. 

O que é que vai ser preciso mostrar para confirmar a sua teoria da consciência? O que é que está pela frente? 

Temos de pensar no imediato. Temos de pensar em técnicas — no caso dos seres humanos, em técnicas de imagem funcional e algumas de imagens estruturais — que nos permitam confirmar passo a passo algumas das coisas que no quadro teórico actual ainda são hipotéticas. Depois, vamos ter de fazer experiências em animais de várias espécies, incluindo com certeza primatas não humanos. Certas técnicas de imagem têm-se revelado extraordinariamente poderosas e surgem constantemente pequenas modificações de software que nos vão permitir chegar a resultados mais fortes. 

Acha que a Internet e a maneira como as pessoas — e principalmente as crianças — interagem hoje com os computadores podem estar a alterar o cérebro humano? De que maneira?

De variadíssimas formas. Não há dúvida de que a rapidez de processamento cognitivo está a aumentar sob o efeito do multitasking e do bombardeamento de sinais, em geral visuais. Isto influi sobre a atenção e seria improvável que não levasse a uma modificação da forma como o nosso cérebro funciona e como concebemos o mundo. Mas claro que isto é pura especulação.

Isso vai de alguma forma alterar a nossa consciência? 

Não... Vai alterar a superfície dessa consciência, vai alterar a velocidade com que as coisas funcionam. 

Graças a técnicas de imagem, conseguiu-se recentemente distinguir certos conceitos no momento em que se formam no cérebro de uma pessoa (uma planta vs. um rosto, por exemplo). Isso parece assustador quando se pensa que os militares, a polícia e até os especialistas de publicidade ou de marketing gostariam todos de poder entrar na nossa cabeça. Vai ser possível um dia alguém “ler” os nossos pensamentos? Eu não ficaria extraordinariamente preocupado, porque existem limitações muito grandes. Uma coisa é ser capaz, num trabalho experimental, cuidadoso, demorado, de concluir que é mais provável que uma pessoa esteja a pensar nos pijamas do gato do que no gato propriamente dito. Mas daí a ter qualquer espécie de certeza num teste que fosse feito com exactamente essas mesmas técnicas na população geral é um grande passo. Estamos a falar em coisas curiosas, mas que têm muito a ver com probabilidades de ser uma coisa ou a outra. Mas eu tenho a impressão de que os militares e a polícia não querem jogar com probabilidades, querem ter certezas. O que seria aterrador é que não se percebesse aquilo que as técnicas permitem e se confundissem probabilidades com certezas. Aí, claro, teríamos um mundo perfeitamente kafkiano ou pior. É preciso que as pessoas percebam isso.
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Antônio Damásio: o neurocientista põe a mão na consciência
Por Ana Gerschenfeld
http://www.publico.pt/Ci%C3%AAncias/antonio-damasio-o-neurocientista-poe-a-mao-na-consciencia_1461526?all=1